Pero sobre todo continuar sosteniéndome en la durísima tarea de no
pensar en «el amor imposible», causa de todos mis males. Esto es lo más
difícil. Y particularmente para mí, que no me llegan compensaciones
externas que pudieran impulsarme a sustituir al objeto amado. Pero sé
que mi única posibilidad de salvación consiste en aceptar con
naturalidad esta carencia afectiva.
Pero es como en la poesía. Palabras, palabras… El amor es otra cosa. Y
no me importa que maltraten el mío ni que lo castiguen con la
indiferencia más extrema. Yo sé que es real, yo sé que existe y me duele
más que mi vida, o igual, porque es mi vida. Lo mismo que la poesía.
¿En que la desmedra el análisis o la disección? Está, y es lo único
importante. Pero ahora, sobre materiales rotos y roídos, entre el caos y
la angustia, trataré de reconstruirme. Sobre tanto dolor, sobre tantas
ganas de morir y de no sufrir más el peso de este amor, he de
reconstruirme. Con humildad y silencio.
Pero, por otra parte, en el reverso del mundo, donde yo estoy, se ven
muchas cosas vedadas para los otros. A propósito de mi incomunicación
estuve pensando en la posibilidad de enloquecer, posibilidad que me
aterroriza. Pero estoy demasiado cansada como para inquietarme
«activamente». Pensándolo bien, ¿no será demasiado tarde para
reconstruirme? ¿No habré perdido definitivamente?
A.P
No hay comentarios:
Publicar un comentario